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Pierre Raine Conversación publicada en el catálogo de la exposición “Sécurité”, Le Confort Moderne, Poitiers, Francia, 2002, y en la revista La Máquina, Monterrey, 2003 Versión francesa | French version MÁS PREGUNTAS : Pierre Raine: Acerca de tu texto sobre tus intenciones artísticas, me gustaría aclarar dos puntos. Enrique Jeik: No sé bien la diferencia entre uno y otro, pero sí, me interesa hacer referencia a cuestiones políticas. Muchas veces lo que trato de hacer no es precisamente denunciar sino más bien poner las cartas sobre la mesa, de alguna manera es plantear preguntas o poner en evidencia algunos asuntos para invitar a la reflexión. P.R. Tu respuesta es demasiado evasiva, al igual que mis preguntas. Sé que definir precisamente lo que esperas de una acción política en el medio artístico y la dirección de tu trabajo son preguntas para las cuales no tienes necesariamente respuestas. E.J. Tenés razon, tanto las preguntas como las respuestas son bastante ambiguas, tratan algo difícil de definir. Me queda claro que hacer declaraciones políticas dentro del contexto del arte no puede tener mucha repercusión, no cambia nada realmente. Pero quizás lo que decís de mis últimas piezas (lo del lenguaje más accesible), si bien no es algo que haya hecho totalmente consciente, puede ser una forma de hacer que ciertas reflexiones puedan tener más alcance. No sé, es un pensamiento en voz alta... P.R. El segundo punto es sobre tu interés en "ciertas formas de violencia" y nos das algunos ejemplos como "vigilancia, migración, historia, guerra". E.J. Si, lo que me interesa es observar o reflexionar sobre la violencia organizada, tal vez masiva: la guerra es un fenómeno que nos afecta aunque estemos muy lejos de donde se manifiesta el conflicto. Otro aspecto sobre el que me gusta reflexionar es sobre las deficiencias, en los países latinoamericanos, del sistema de monopolio de la violencia por parte del estado (pero sin pretender que sea algo sólo de Latinoamérica). La violencia doméstica, por ejemplo, no me interesa como tema de trabajo en este momento. P.R. ¿En qué te afecta la guerra? A diario? E.J. Por supuesto que soy un observador externo, lejano, de las guerras. P.R. Tambien leí en el texto de Lelia Driben que se tenía que relacionar esta postura con el genocidio argentino. ¿Qué tan conciente fue eso? E.J. En algunas obras viejas esa lectura fue inevitable, pero apareció de manera inconsciente. No me propuse hablar de la dictadura argentina cuando hice las instalaciones en el Museo Carrillo Gil, pero había una referencia obvia a ese periodo de la historia reciente en aquellas piezas. No rechazo esta lectura de mi trabajo pero creo que ahora hay más conciencia, de mi parte, en cuanto a lo que estoy diciendo y sus implicaciones. Antes era más intuitivo al trabajar con esto. P.R. Siguiendo sobre este tema de la violencia, me sorprendieron tus dos últimas piezas con el uso de imágenes sangrantes mostrando violencias físicas. (Me refiero a “La fiesta interminable” y a “Seguridad”). Siento un cambio muy importante en estos dos trabajos, como algo más ofensivo, desesperado quizás... E.J. En estas piezas hay una intención de referirme al manejo que los medios de comunicación hacen de la violencia. Y lo hago tomando sus imágenes banalizadas para ponerlas en relación con otras imágenes más evocativas, como la de las manos sobre la carne. Aunque sí sentí que la videoinstalación “Seguridad” es bastante amarillista. Por otro lado esas imágenes de caras sangrantes son material tomado de la televisión, pero en el contexto de la obra me parece que cobran otra dimensión, como si por contraste con las otras imágenes se volvieran más amarillistas (o esa es la reacción del público ante imágenes bastante explícitas). P.R. Se me hizo una pieza muy legible, pero siento un giro en tu trabajo, que se vuelve más y más directo. Ahí siento una ambivalencia en tu postura acerca del público potencial que se pueda confrontar con tu trabajo. Por una parte el camino que sigues es el camino clásico de los lugares dedicados al arte contemporáneo, con su público especializado, y por otra parte siento una tendencia (que se está generalizando) a volverte más y más accesible tanto en el discurso como en el alfabeto utilizado. E.J. Entiendo lo que me decís pero es algo en lo que no había pensado. Tal vez estoy dentro de un proceso de cambio en cuanto a la relación con el público y en cuanto al lenguaje que utilizo, pero si ese proceso es tal, está sucediendo de manera todavía imperceptible para mí. Supongo que es algo más fácil de ver para vos desde afuera que para mí desde adentro. Tu comentario me pone a pensar... P.R. Me refiero más bien, al arte en general, con esta idea de acercarse a un público más amplio, que vuelve después de algunas décadas. E.J. Antes de viajar a México yo trabajaba con una temática de carácter antropológico, arqueológico quizás, me interesaban las culturas tradicionales, sus símbolos y rituales. Y me interesaban mucho las culturas prehispánicas. Pero a medida que me fui quedando en México mi obra se fue orientando a una reflexión sobre cuestiones más urbanas y dejé de lado lo ritual y arquetípico. El plan inicial era estar un año en México pero me fui quedando, como tantos otros inmigrantes. P.R. Esta tentación de encerrarse en la tradición prehispánica es algo todavía muy vigente en la producción artística de América Latina. La otra cara sería el uso de los símbolos católicos (vírgenes Marías guadalupanas, angelitos y conquistadores españoles). Viviendo en megalópolis como Buenos Aires, México D.F., Monterrey o Guadalajara, no entiendo a cuáles realidades se están referiendo. E.J. En mi caso, creo que se podría relacionar mi trabajo de los 80s con una tendencia que hubo en Buenos Aires de encontrar una identidad P.R. Estoy muy sorprendido por el reconocimiento que obtienen artistas extranjeros viviendo en México, como el español Santiago Sierra, el belga Francis Alÿs y tú, el argentino. E.J. La respuesta simplista sería atribuir eso a la facilidad con que los mexicanos aprecian lo que viene de fuera, pero aunque eso pueda ser un factor, no es lo único. La ciudad tiene una energía muy particular que uno, como artista recién llegado, percibe y trata de atrapar, de atesorar. Es una realimentación, coinciden muchas cosas. Lo que nos ata a esta ciudad es el espanto, como decía Borges de Buenos Aires... P.R. Yo también sentí esta energía en Monterrey, pero con el lado provinciano de una ciudad seis veces más chica. Tenía siempre esta ilusión de vivir en una ciudad futurista en plena descomposición. No me acuerdo donde leí que México pasó directamente a la post-modernidad sin conocer la modernidad, creo que hay algo de eso que encuentras multiplicado en el D.F. pero presente en cada ciudad del país. E.J. Las contradicciones entre tradición y modernidad, cultura popular y cultura elitista, riqueza hasta la exageración y el lujo desenfrenado de unos pocos y la pobreza de la mayoría, etc, etc, seguramente son características de todo México, pero se acentúan en las grandes ciudades, aunque de manera distinta. Y en el D.F. eso crece en función de su extensión. Ahí está la energía de la que hablamos, ¿no?
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